Emotivo discurso de jueza Ginares resaltó importancia del pleno compromiso con la judicatura
El emotivo mensaje de la Jueza Letrada en lo Civil de 7º Turno, Dra. Virginia Ginares, teñido por un fuerte sentido humanista, fue la nota distintiva de la ceremonia de graduación del Curso de Formación Inicial para el ingreso a la Magistratura Judicial, cumplido el viernes último.
Ante una nutrida concurrencia, conformada por sus colegas, incluyendo a cuatro integrantes de la Suprema Corte de Justicia, así como por familiares que acompañaron a los veinticuatro aspirantes graduados en el Centro de Estudios Judiciales del Uruguay, la Dra. Ginares decribió con profunda convicción los alcances del compromiso que asumen quienes han decidido convertirse en jueces de la República.
DISCURSO DE LA JUEZA VIRGINIA GINARES
"Sra. Presidenta de la Suprema Corte de Justicia, Dra. Elena Martínez y, en su persona, a los Ministros de la Corporación;
Sra. Directora del CEJU Dra. Verónica Scavone y, en su persona, la Comisión Directiva y equipo de trabajo;
Sres. Ministros y Jueces colegas presentes, docentes y colaboradores,
Queridos nóveles colegas y sus familias
Me llamo Virginia, tengo muchos años y desde hace 20 soy jueza egresada del CEJU.
Como docente fui seleccionada por ustedes, “nuestros gurises”, como decimos olvidando que son todos adultos, para hablar en esta emocionante ocasión, lo que constituye un premio que me acompañará el resto de mi vida.
Me dan motivo para pensar que ser docente vale la pena siempre.
No sabía qué decirles que pudiera serles de utilidad, no como palabras huecas sino como sensaciones plenas, pero no hay nada por inventar, no hay frases mejores que otras ya pronunciadas.
Entonces, mi hijo y mi hija me dieron la inspiración. Esos niños que se fueron conmigo en el 2004 a recorrer el país mientras su mamá era jueza, arreglaron nuestra casa mientras mi esposo y yo estuvimos de viaje aprovechando un curso al que asistí.
Entendí que debía dirigirme a las personas de sus afectos, a quienes ustedes eligieron para acompañarlos hoy aquí.
Estos jueces, estas juezas, van a ser el Poder Judicial en el lugar en el que se los designen. Sea una ciudad, una localidad pequeña y en algún momento tal vez Montevideo. Siempre van a recibir personas que vienen con el dolor o el desgaste del conflicto. Pocas veces van a recibir reconocimientos, pero las críticas, como un veneno líquido, se va a escurrir por sus poros. Tendrán que trabajar incluso en sus propios cumpleaños, o los de sus seres queridos, y para estar en ceremonias ajenas importantes deberán pedir licencia con anticipación. No podrán hablar de lo que ven o escuchan. No podrán contar con lujo de detalles los virus sociales ni las bacterias morales que descubrirán. Se mudarán cuando deban hacerlo por el servicio y probablemente les vean padecer los cambios. La carrera judicial con sus altos y sus bajezas humanas les va a calar hondo en sus médulas. Serán adulados y estarán en ambientes de fáciles lisonjas. Deberán resolver lo que otros, incluso los propios involucrados, no han podido. Siempre vivirán con las consecuencias. Verán progresar jueces para el olvido y tal vez vean a otros esforzados, malos “marketineros”, quedar rezagados en la carrera. Y serán aún en las horas y los días no laborables, en redes y en fotos, en público y en privado, el Poder Judicial de la República.
Pero van a estar los afectos. Para rescatarlos del agobio del trabajo, para reírse con sus risas, para secar las lágrimas de la frustración.
Hoy empiezan a caminar por la senda del servicio comprometido. Y Uds. estarán allí, a veces imperceptiblemente, para alentarles a seguir siendo auténticos, solidarios, empáticos, prudentes y felices con lo que hacen.
Son esos afectos los que nos dan un cable a tierra para descargar las luces malas – que las hay, las hay - , para transformar el rayo que parte en un espectáculo de luces, para controlar el poder que se maneja e impedir que nos coma el corazón.
Son Uds. sus amores presentes y representantes de otros que ya no están o aún de los que vendrán los que nos permitirán vernos en espejos de buena gente, vocacionales, juristas teóricos y hacedores prácticos, en servidores de una sociedad que está enferma y a la que queremos curar.
¿Se puede? No lo se aún. Pero no hacer nada para mejorar también es una acción que impacta.
A nuestra Generación CEJU, compartida con la actual Directora, se dirigió el Dr. García Otero hace dos décadas y sostuvo que sabía si había actuado bien al poder mirar a los ojos a sus hijos.
El viaje con mi esposo y el curso en el que participé podrían haber sido hechos por cualquiera con tiempo y algo de dinero. El trabajo que hicieron nuestros hijos en la casa de sus padres, como sorpresa a nuestro regreso, me habla de lo que ellos quieren agradecernos o cuidarnos.
Aquellos niños, mis gurises, fueron los que me trajeron hasta aquí.
Así como ustedes trajeron a sus amores hasta el día de su graduación.
Sigan estando como brújulas en este camino.
Gracias".